¿Qué tan inteligente es una ciudad inteligente?

Cuando pensamos sobre las ciudades del futuro, algo como esto se nos viene a la mente: una mujer maneja al trabajo, entra al edificio y su automóvil eléctrico se conduce a sí mismo para aparcar o recargarse. Un hombre tiene un ataque al corazón y el centro de emergencia envía un drone equipado con un desfibrilador para llegar cruciales minutos antes que una ambulancia. Entre los drones habrá automóviles, bicicletas y trenes volando. Todo esto puede parecer ligeramente descabellado, pero podría ser ordinario en los próximos 10 años.

La palabra inteligente tiene muchos significados. ¿En qué sentido es inteligente una ciudad inteligente – y desde el punto de vista de quién? ¿Qué rol tendrán los ciudadanos? ¿Cómo pueden ser ocupados para funcionar en una ciudad inteligente? La retórica de la ciudad inteligente ha sido siempre acerca de eficiencia, optimización, previsibilidad, conveniencia y seguridad. La ciudad inteligente responderá mejor a los desafíos de la población emergente que el manejo de la ciudad tradicional. Al utilizar recursos de manera más eficiente, los gobiernos pueden ahorrar dinero, mejorar la calidad de vida y cumplir las necesidades de las generaciones futuras. Por ejemplo, las personas siempre llegarían al trabajo a tiempo. Las compras no tendrían interrupciones y la seguridad estaría garantizada con cámaras, rastreo y demás. En una ciudad inteligente, podemos utilizar cruce de datos para que la inteligencia esté discretamente estructurada en la infraestructura. En el mejor de los casos, una ciudad inteligente operaría de manera tan continua que sería casi invisible.

¿Acaso esto realmente hace que una ciudad sea más valiosa? ¿Cómo es que toda la parte inteligente cambia la manera en que las personas viven, trabajan y juegan? ¿Qué pasa cuando la ciudad inteligente se cuelga? Cuando se integran los datos, también representa un amplio peligro de ser mal utilizados.

Una cosa que probablemente aparezca en la mente de todos es cómo vamos a poder mantener nuestra privacidad en una ciudad inteligente donde cada movimiento está registrado. Cuando pensamos acerca de seguridad y criminalidad, la vigilancia constante trae ventajas significativas. Sin embargo, desde un punto de vista de la publicidad puede que no podamos evitar un spam no deseado que aparezca donde quiera que vayamos. Una ciudad inteligente que observa todo lo que hacemos no deja espacios para desaparecer. La privacidad y la seguridad son factores importantes en lo que respecta a los datos públicos. Sin embargo, estos factores no deberían ser considerados obstáculos, sino problemas con soluciones. Los datos colectivos proveen posibilidades para crear nuevas soluciones para incontables problemas.

En una ciudad inteligente las luces de calle se atenúan cuando no hay tráfico en las calles y los apartamentos se enfrían cuando no hay nadie en casa. Sensores indican cuándo la infraestructura está funcionado mal. Pero ¿cómo podemos integrar inteligencia en ciudades que tienen más de cien años? Una solución es algo como polvo inteligente – los sensores son tan pequeños que pueden mezclarse con pintura o concreto, o simplemente dejarlos volar con el viento.

Se espera que el concepto de ciudad inteligente sea la solución para el crecimiento de poblaciones apiñadas en ciudades. En este momento, el 50 por ciento de la población vive en ciudades. Según estudios para el 2050 este número subirá a un 66 por ciento. La visión de la ciudad ideal puede crear ansiedad – es fácil olvidar que esto es precisamente una visión y no necesariamente un plan. Antes de hacer que las ciudades inteligentes sean una realidad su rentabilidad tiene que ser probada. Debemos hacer uso de la tecnología inteligente para medir y examinar si estamos haciendo las cosas correctas y si tomamos el camino correcto para mejorar y progresar.

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